Si bien el programa del “Pabellón”, como hemos decidido llamarlo, tiene que complementar ciertas necesidades de la casa original, como son la alberca y un salón de fiestas, no se puede considerar una ampliación de la “Casa Elizondo”, pues aún y cuando se encuentran en el mismo predio, cada una cuenta con su propio acceso y solo se vinculan por medio del jardín.
El proyecto tiene relativamente pocos elementos en su programa, por lo cual no puede considerarse una obra compleja. Sin embargo, cuenta con una ubicación muy comprometedora, que por su topografía exigía una intervención muy delicada y cuidadosa.
La solución por la cual se optó fue con una aproximación más paisajística que arquitectónica, procurando desmaterializar el edificio, enterrándolo en parte y buscando que su cubierta se convirtiera en una extensión del jardín principal, generando así una terraza panorámica que permitiera disfrutar las espectaculares vistas de la Sierra Madre Oriental.
Por otra parte, se procuró entablar un dialogo entre el lenguaje formal de ambos proyectos, que si bien en planta están resueltos con geometrías diametralmente opuestas, en alzado presentan elementos en común como son las grandes vigas que acentúan la horizontalidad de ambos. Así mismo, el tratamiento de materiales se repitió en un cien por ciento, utilizando una gama muy reducida que incluye aplanados blancos, mármol travertino, madera de encino, piedra bola, y madera tratada en azoteas y jardines.
Con estos principios en mente se buscó realizar una obra que aún y cuando denota una evolución profesional en el autor, no niega su origen ni se olvida de crear una sensación de conjunto.